Productividad del territorio versus incendios

2015 ha terminado con una oleada de incendios que han  asolado nuestro territorio durante la Navidad. Una catástrofe con amplia repercusión  social, de la que deberíamos sacar algunas lecciones de provecho.
Los forestalistas, los trabajadores del servicio de montes, los bomberos y todo el sector de la madera y del mueble, sabemos que la plaga de incendios no es nada nuevo en Cantabria. No contamos con los datos globales de 2015, pero ya conocemos que estos últimos días ardieron casi 10.000 hectáreas. En 2014 fueron 9.500 las hectáreas quemadas, 4.500 en 2013, ¡14.000 hectáreas en 2012¡
Ciertamente hacía muchos años que no veíamos tantos focos ardiendo a la vez, con un clima tan adverso, pero como digo, desgraciadamente no es nada nuevo.
Se habla mucho de medio ambiente pero las cifras que destinamos a cuidar nuestros montes hace muchos años que están congeladas, cuando no se han visto reducidas como consecuencia de la crisis.
Si pudiéramos preguntar a los desaprensivos, que seguramente han prendido fuego a los montes de la región, nos respondería que “no era más que maleza improductiva sin valor para nadie; refugio de alimañas, donde ni podía entrar el ganado, ni había árboles que conservar, ni otra cosa de utilidad alguna”.  Así es por desgracia a ojos de muchos y mientras no cambiemos esa mentalidad y pongamos en valor estos terrenos, tan importantes para el equilibrio ambiental de nuestra tierra pero tan poco valorados, el año que viene volveremos a ver cómo arde Cantabria por los cuatro costados (desearía que con menos virulencia).
¿Ha podido contribuir la última reforma de la Ley de Montes de julio de 2015 a este repunte? A la mayor parte de los terrenos que han ardido se les aplicará el mismo texto vigente ya con la ley de 2003 y su reforma de 2006.
El artículo 50 ya contemplaba un cambio de uso forestal excepcional si este estuviera previsto en “Una directriz de política agroforestal que contemple el uso agrario o ganadero extensivo de montes no arbolados en estado de abandono.»  El texto de 2015 añade que se podrá acordar el cambio de uso forestal cuando concurran razones imperiosas de interés público de primer orden que deberán ser apreciadas mediante ley. ¿Hasta qué punto esta modificación de la que tanto se habla afecta a las zonas de alto valor ecológico que han ardido en Cantabria esta semana? A nuestro entender, como ya han explicado algunas voces autorizadas en la región, es más probable buscar la causa en los pirómanos y en que el terreno con matorral no recibe ayudas de Europa y el pasto sí.
Es el Gobierno de Cantabria quien decide qué medias de restauración deben aplicarse en las zonas quemadas, que incluye siempre el acotamiento durante al menos un año. En Cantabria en los últimos años este acotamiento, que supone la prohibición de pastoreo en terrenos incendiados, se ha fijado en tres o cinco años, y estamos convencidos de que se seguirán manteniendo estos plazos para garantizar la regeneración de nuestros bosques.
Pero es cierto que nuestra región ha apostado por un modelo productivo de ganadería extensiva, con una superficie arbolada notablemente menor que la de nuestras comunidades vecinas. En superficie arbolada, todas las regiones de la cornisa cantábrica superan el 40% de su superficie total menos nosotros. Todo El País Vasco y la provincia de La Coruña están por encima del 50%, nosotros estamos en un 39%, cifras que nos igualan a Burgos, León o La Rioja.
Pero a diferencia de estas últimas, aquí contamos con cerca del  70% del territorio catalogado como forestal, el problema es que gran parte está desarbolado, donde ni hacemos repoblación, ni labores de limpieza y mantenimiento, ni permitimos la regeneración natural para los bosques de castaños, robles y hayas. La mayor parte de esta superficie forestal es de titularidad pública, ayuntamientos y juntas vecinales. Es de todos pero no es de nadie.
En opinión de ACEMM, la única forma de evitar que esos terrenos sigan siendo pasto de las llamas, es poner en marcha actividades económicas alternativas a las actuales, que impidan el fuego, y eso se podría conseguir volviendo a llenar de árboles nuestros montes.
Desde ACEMM llevamos años reclamando una política de inversiones en el monte, a medio y largo plazo. Seguimos defendiendo que estamos perdiendo una oportunidad histórica, al no promover la repoblación en las superficies desarboladas. Las administraciones deben apostar por el aprovechamiento sostenible de estos terrenos, facilitando a propietarios y empresas su actividad económica.
Tenemos una excelente combinación de precipitaciones, suelos y temperaturas suaves. Contamos con más de 150.000 hectáreas forestales sin arbolado, que deberíamos ser capaces de plantar y de gestionar de forma sostenible, de forma que generen ingresos al propietario y a toda la sociedad. Bosques de los que obtener madera, donde se conserve la fauna y flora de la cornisa cantábrica, árboles que impidan la erosión, regulen las aguas, produzcan oxígeno y absorban CO2 atmosférico, con la consiguiente reducción del efecto invernadero. Árboles que son también empleo en el medio rural y que no tienen que ser incompatibles con la ganadería sino complementarios.
José G. Saiz Saiz, Presidente de ACEMM

Comentarios